miércoles, 2 de marzo de 2011

Siempre nos quedará Phoenix, bombón.

Gracias es poco.

Y escribirte jodidamente difícil.

Imaginar lo sencillo,

llorar lo que nunca haremos. Mentira.

Miles de palabras,

sin salida hacía ninguna parte

y recuerdos de una broma

en aquella noche decadente.

Claridad desgarradora

la que trajiste en un instante,

y me tienes en tus manos...

como bien diría Sabines.

Esperanza negra,

preciosa,

como el color de tus ojos

y es que nunca cambió tanto el mundo

sin que nadie se enterase.



PD:

Mi primer haiku

siempre lo imaginé

pensando en ti.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Son esas manos
cuando me acarician
las que me matan